Compartir la vida de los pobres en nuestros lugares de misión en tiempo de pandemia COVID-19
Estos son algunos rasgos que nosotras Hermanitas, percibimos en nuestros lugares de misión, en Colombia, en este momento:
Jóvenes trabajadores a quienes les están extendiendo los horarios más allá de ocho horas y por el mismo salario. Familias que les es preciso tomar sus pequeños ahorros para conseguir algunos alimentos y pensando en un mañana incierto. Familias que empiezan a sentir el hambre, porque realizan trabajos informales con el que subsisten en su diario vivir y sin seguridad social, están al amparo de las “promesas” del Estado que no siempre cumplen. Madres que trabajan en casas de familia, no pueden ir a su labor porque, dadas las circunstancias, no las vuelven a llamar. Mujeres, ´´cabeza de familia, que realizan labores en casa, para vender en las calles, no tienen en este momento forma de subsistir. Los colegios y escuelas continúan virtualmente sus clases, pero hay familias que no tienen acceso a este medio, les es preciso ir a otra casa o salir a conseguir por fotocopias, el contenido de las clases. Hay temor de ir a centros de salud y por tanto se suspenden sus tratamientos. El personal de aseo en las calles, no tiene ninguna protección, incluso han solicitado a los hogares que coloquen desinfectante en las bolsas que contienen basura porque, dicen ellos, “nosotros también estamos expuestos y tenemos familia”. Trabajadores que tienen que someterse a contratos temporales con el temor de no ser reintegrados una vez termine esta fase de cuarentena. Empleados y empleadas en servicios generales en hospitales, centros de salud, etc. y quienes regresan diariamente a sus hogares sin ninguna medida de protección.
Las viviendas son, en su mayoría, demasiado pequeñas, una o dos habitaciones, donde especialmente niños, jóvenes y adultos mayores se sienten cohibidos. Pensamos igualmente en hogares en donde sabemos que existe maltrato intrafamiliar, especialmente hacia mujeres, niños, jóvenes y adultos mayores. Familias con serios problemas a nivel de relaciones interpersonales e intergeneracionales ¿Qué acontece en este tiempo donde obligatoriamente tienen que vivir al interior de la misma vivienda? ¿Cómo van a sobrevivir encerrados cuando pasen tres semanas o más? Familias inmigrantes, en especial, venezolanas, que luchan por sobrevivir y enfrentan, además de su desplazamiento, el fenómeno del COVID-19 en las calles en diferentes ciudades del país. Crece la inseguridad social. Tenemos conocimiento de que sectas religiosas están aprovechando la situación para infundir miedo y temor en sectores populares.
En medio de este oscuro panorama hay gestos que se realizan de forma creativa y con alegría y esperanza: Las familias salen a sus balcones y ventanas para saludarse como vecinos. Hay gestos de solidaridad entre familias, organizaciones de barrio y/o ciudad para ayudar a los más desamparados y olvidados. Las familias procuran la entre-ayuda al interior de la vivienda, hacer tareas juntos, rezar, reír. Se tiene un mayor sentido del “trueque”, del intercambio de alimentos u otros artículos. La vivencia de la solidaridad y la creatividad en y desde lo cotidiano es significativa. Nosotras tratamos de acompañarlos a través de nuestra presencia orante, solidaria y con mensajes de apoyo, de manera virtual. Estamos convencidas que algo nuevo está naciendo, que el dolor y la esperanza caminan juntos.
Gloria Hilda Bohórquez h.a. Comisión JPIC
Medellín, marzo 31 de 2020