Nuevas dictaduras

En la Roma antigua, la dictadura era una institución que permitía al senado otorgar un poder extraordinario a un solo individuo para resolver una situación de crisis. Esta institución era temporal para que después de la emergencia, el poder regresara a la asamblea de los representantes de los ciudadanos.
Desgraciadamente, no todos los dictadores fueron eficaces, ni actuaron con honestidad. El período del cargo se extendió y el dictador de volvió un gobernante absoluto que se constituyó a sí mismo como el “salvador del pueblo.” Una especie de dictador vitalicio.
Desde ese momento los que han sido calificados como dictadores han sido aquellos que se han hecho del poder y se han negado a dejarlo. La virtud cívica de la dictadura original despareció, se corrompió.
Una dictadura nunca empieza siéndolo, se construye en periodos de tiempo más o menos largos. El dictador muchas veces llega al poder después de una situación de crisis política y social. Una rebelión, una guerra, un cambio de régimen, muchas veces es aclamado como liberador, pero una vez que ha tomado el poder, no lo deja y controla, cada vez con mayor fuerza, la vida de las instituciones económicas, sociales y políticas del país.
La presión internacional ha hecho que muchas dictaduras se cubran con un manto democrático. Se organizan elecciones que el dictador y su grupo político nunca pierden. En el mundo hay al menos 10 dictadores con más de 25 años en el poder. Estás dictaduras a la “vieja escuela,” gozan de cabal salud en África Central y algunos países que conformaron la Unión Soviética.
Sin embargo, hoy podemos encontrar otro tipo de dictaduras que, aunque no tienen todas las características de las dictaduras clásicas, si responden a ciertos patrones de todo ejercicio dictatorial del poder.
En primer lugar, podríamos hablar de la dictadura del Capital. El poder cada vez más absoluto del dinero en nuestras sociedades. Nuestro mundo produce cada vez más riqueza, pero cada vez hay más pobres y excluidos. Los individuos y organizaciones que acumulan más capital económico ven aumentar año con año sus ingresos, mientras que la inmensa mayoría de la población se empobrece cada vez más. Cierto, en esta realidad, el poder no está en una sola persona y la mayoría de los países ricos son democracias bien consolidadas, sin embargo, el modelo económico domina la gran mayoría de las instituciones de nuestras sociedades y controla las políticas públicas y las organizaciones políticas y sociales.
Actualmente, por ejemplo, sufrimos las consecuencias ecológicas de esta dictadura del dinero, la explotación irracional de los recursos naturales. Las entidades que tienen como único fin el lucro inmediato, han destruido de tal modo nuestro planeta que empezamos a sufrir las consecuencias : Sequias prolongadísimas y desertificación creciente de muchas tierras otrora fértiles. El aumento del nivel del mar y la frecuencia y fuerza de tifones y huracanes pone en riesgo la vida de muchos pueblos pobres. Esta situación, aunque no es la única causa, ha provocado un incremento considerable del movimiento de inmigrantes y refugiados alrededor del mundo.
En segundo lugar, podríamos hablar de los gobernantes que, aunque han llegado al poder electos democráticamente, atacan sistemáticamente los valores esenciales de la democracia. Utilizan resquicios de la ley, intervienen, lealmente o no, las redes sociales de comunicación. Estiran todo lo posible su poder personal con decretos y presiones políticas. Aprovechan y promueven el miedo y las divisiones de su pueblo para avanzar su agenda. Influyen en los medios de comunicación, en las fuerzas armadas y en el poder judicial en un proceso que convierte la realidad en “fake-news” y sus mentiras en realidades.
Gobiernos neo-nacionalistas, aislacionistas y populistas parecen adueñarse poco a poco del panorama mundial. Somos testigos de inhumanas políticas migratorias, de un desprecio por los pactos internacionales en favor de la defensa de las personas y de nuestra casa común. Gobiernos como el de Brasil, Estados Unidos, Rusia y recientemente Italia, juegan en la frontera del autoritarismo.
Al mismo tiempo, gobiernos que se dicen de izquierda, son incapaces de encontrar salidas auténticamente democráticas a sus conflictos internos. Venezuela y Nicaragua son los ejemplos más claros en América Latina.
¿Qué podemos hacer para confrontar las antiguas y las nuevas formas de dictadura ? La promoción de espacios comunitarios en los que se pueda vivir una alternativa de organización popular basada en la fraternidad, la toma de conciencia y la formación crítica, y las relaciones vividas en justicia y equidad están en nuestro genes eclesiales y religiosos, creo que estamos llamados avanzar por este camino.

José Miguel Díaz, aa

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