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Ecología integral

La crisis ambiental que vivimos es, en sí misma, una realidad integral. “Todo está conectado” no dice el papa Francisco, y es verdad. La muerte de los arrecifes de coral en el pacífico o la tala de las selvas tropicales en la región ecuatorial de nuestro planeta afecta la vida en los polos. Lo que sufren los indígenas despojados de su tierra y de su cultura en la Amazonía, provoca también el sufrimiento de miles y miles de desplazado por la crisis ecológica a causa de la sequía en Madagascar y en África Oriental.

Por ello, la respuesta a esta emergencia también debe ser integral. Integral, en primer lugar, porque todos estamos llamados a hacernos responsables en una conversión que cambie de manera radical nuestra manera de vivir, de consumir, y de relacionarnos con el medio ambiente y entre nosotros. De nuevo el papa nos llama “… el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos” (LS, 14).

En segundo lugar, nuestra respuesta es integral porque, en nuestras actuales circunstancias, “… un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS, 49).

En tercer lugar, el camino de la conversión ecológica no puede dejar de ser “integral”, porque nos pone en un contexto de necesaria corresponsabilidad con toda persona humana. “… somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia” (LS, 52).

Engarzo, a manera de conclusión, algunas citas de la Encíclica Laudato sì que nos urgen, como familia de la Asunción, a asumir que toda acción en favor del Reino de Dios, no puede entenderse sin un compromiso de conversión ecológica integral, Dios no tolera que hagamos oídos sordos al gemido de los que sufren, y nos pide que hagamos todo lo que podamos para que pare este clamor:

“No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (LS, 139).

“En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres” (LS, 158).

“Simplemente, se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso” (LS, 194).

“La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria» (LS, 219).

José Miguel Díaz, aa

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