Amanecer

La Gloria de Dios y nuestra vergüenza

Como todos en la Iglesia, hace algunas semanas me golpeó duramente la presentación del informe de la Comisión independiente sobre los Abusos Sexuales en la Iglesia (de Francia). El papa Francisco en su reacción oró diciendo: “A Dios sea la gloria y a nosotros la vergüenza”.

Desde ese día vivo avergonzado de mi Iglesia y con ella pienso en los caminos de conversión que deberemos emprender para retomar el camino de nuestra misión: Compartir “la alegría del Evangelio” comprometiéndonos a hacer de todos los pueblos una familia, una fraternidad comprometida que acoja y defienda a todos, especialmente al más débil y necesitado.

Si, vivimos la vergüenza de una Iglesia clerical y desencarnada que desde sus autoridades ha decidido, demasiadas veces y por demasiado tiempo, protegerse como institución en lugar de proteger a las víctimas de nuestro pecado. Sin embargo, existe un camino para reordenar nuestro camino siguiendo a Jesucristo. Es el camino de que nos llevará a glorificar a Dios en sus creaturas y en el amor misericordioso que el Padre nos ha revelado en el ministerio y en la pascua de Jesús el Cristo.

La gloria de Dios es el ser humano viviente, decía San Irineo, la tarea de nuestro secretariado ya es un esfuerzo en este sentido. Estamos llamados a:

1) Hacernos presentes ahí dónde nuestros hermanos y hermanas son amenazado. Acercarnos, hacernos próximos para ser prójimos, para escuchar, para tratar de entender, para acompañar, para vivir la compasión.

2) Promover desde esta experiencia, toda acción de conversión y liberación que ayude a cambiar la situación de injusticia y sufrimiento que viven nuestras hermanas y hermanos víctimas, de la injusticia, la violencia y de la falta de condiciones para tener una vida digna y en paz. Comprometernos sirviéndolos desde nuestra situación y tratando de incorporarnos a sus propios esfuerzos y luchas. Promoviendo y acompañando su protagonismo. Ellos deben ser sujetos de sus procesos de liberación y desarrollo.

3) Hasta dar la vida. El martirio no es ajeno a nuestra Familia Religiosa. Hermanas y hermanos nuestros ya han dado todo para que el reinado de Dios y su justicia se manifieste en nuestra tierra.

La vergüenza seguirá siendo nuestra si no somos fieles a nuestra vocación, si no tomamos el camino de los que nos precedieron dando la vida con y por los necesitados, los crucificados de la historia, las víctimas de toda violencia, guerra, discriminación e injusticia.

José Miguel Díaz aa

Photo by Quino Al on Unsplash

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